miércoles, 12 de noviembre de 2008

Carta Abierta Cordoba

Los artistas de la provincia de Córdoba nos enfrentamos desde hace mucho tiempo a una situación que en estos últimos años ha llegado a adquirir formas preocupantes en el campo de la cultura. Decimos preocupantes porque ante la apariencia de una particular atención a proyectos culturales/urbanísticos y cuyo epítome es la llamada “media legua de oro” (espacio comprendido entre el Teatro Real y la Ciudad de las Artes) se ocultan profundas e inquietantes contradicciones que los artistas de Córdoba queremos transmitir y compartir con nuestros conciudadanos. Porque entendemos que cualquier formato que asuman las prácticas artísticas en la actualidad, nuestra responsabilidad es intervenir para aportar a la transformación de las prácticas culturales conforme a objetivos éticos, sociales y políticos, libre, voluntaria y racionalmente definidos, al menos en un horizonte institucional que se denomina democrático.Consideramos que lo que ocurre en nuestro campo (el eminentemente artístico/cultural) afecta considerablemente los demás espacios sociales, no sólo por el valor en si del arte para una sociedad, sino que las faltas cometidas en este ámbito han repercutido objetivamente en términos económicos y políticos en otros ámbitos.La política cultural llevada a cabo por las últimas gestiones ha puesto su empeño en montar un escenario partiendo del reconocimiento del valor de la imagen más que de los sujetos y los procesos de cambio. Esta política significó una inversión en infraestructura edilicia -aquello que todos pueden ver- pero también y contradictoriamente una omisión de la noción de servicio, de prácticas hacia y desde la comunidad.Consideramos que la relación entre cultura y gestión importa una conexión entre arte y un concepto político del hacer. Cuando esta relación se vuelve una experiencia reducida, desconectada de la realidad y encorsetada en una concepción ideológica y funcional a la promoción personal, fracasa por obligación y en ese fracaso dilapida tanto los recursos humanos como los presupuestarios.La gestión del Lic. Daniel Capardi en la dirección del Museo Caraffa es uno de los indicadores de ese fracaso, porque prolonga inusualmente en el tiempo patrones que perpetúan la reiteración de un modelo desarticulado, sin planificación del futuro y que además adquiere el perfil de un programa de exclusión debido -entre otras cosas- a la implementación de inauguraciones privadas, falta de convocatoria a artistas locales, incumplimiento del cronograma programado, ausencia de programas de formación y de debates con referentes del campo de la teoría y crítica del arte.¿Cómo debería proceder la gestión cultural en general y la dirección del museo en particular para superar el enunciado de objetivos que nunca se cumplen y el esquematismo que hoy los empobrece e inhabilita frente a la comunidad contribuyente? La gestión del Estado debería recuperar la pertinencia analítica y la posibilidad de enriquecer la lectura del arte de nuestro tiempo a través de un proyecto articulado. Esa articulación debería contemplar como objetivo un concepto receptivo y democrático de gestión, expandir el conocimiento, diseñar herramientas de difusión de la producción local e internacional, extender el modo de interacción entre los productores y la comunidad. La gestión y el museo que pretendemos deberían ser capaces tanto de realizar y sostener proyectos a fin de ubicar, reconocer, valorar y abrir la producción artística local a otros públicos, como también de acercar al público local lo mejor del arte nacional e internacional. Promover el diálogo con críticos, entre artistas, con público diverso, como parte de un proyecto de implicación y de circulación de ideas. Gestionar proyectos de intercambio y exposiciones itinerantes que ejemplifiquen los diferentes compromisos y la expansión de la cultura visual. Publicar libros, catálogos, revistas, como marco de producción crítica y difusión de artistas cordobeses sin la idea de territorialidad y como horizonte de referencia y auto-conocimiento. El espacio del museo debería constituirse como un símbolo de libertad (de elección, de descubrimiento, de expresión) y también en modelo de convivencia, de respeto, de negociaciones responsables, libre del rechazo y la descalificación que ensombrecen la actual gestión. Conflictividad que ha ocasionado cambios de destino y renuncias reiteradas entre los empleados del museo, pero que no ha servido para ampliar el servicio a la comunidad, ni acrecentar la cantidad de público asistente, porque exponer ¨enlatados¨ (muestras producidas, curadas y discutidas fuera del ámbito del museo), como ha ocurrido en la mayor parte de la larga gestión del Lic. Capardi, antes que programar y realizar estrategias eficientes y sostenidas de gestión.La subestimación parece haber orientado la política cultural en Córdoba y esa subestimación se agrava por una continuidad perniciosa que cubre prácticamente toda una década (gestión Canedo-Capardi y gestión García Vieyra-Capardi). Pero lo más grave es que esta gestión también dejó de lado aspectos esenciales para los que se supone la sociedad invirtió sus fondos. Aspectos vinculados con la mencionada capacidad por recuperar la pertinencia analítica, por enriquecer el horizonte cultural. La ya histórica falta de proyección del arte de Córdoba a nivel nacional; la insoslayable necesidad de formación de pensamiento crítico; el evidente vacío de comunicación y discusión entre los artistas y el museo, son claros ejemplos de la necesidad de establecer un debate comprometido acerca del grave estado en el que se encuentra el campo de las artes visuales.

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