miércoles, 12 de noviembre de 2008

Legitimidad Política

Sobre el debate abierto “campo vs gobierno”
La construcción del poder de Néstor Kirchner, durante su presidencia fue rápida, efectiva y muy hábil. Fue convirtiéndose en un líder nacional y popular fuera de las estructuras clásicas partidarias.
Esto le permitió captar la atención de una población que vio, como observador participante, la caída de los partidos políticos, en tanto y en cuanto generadores de cohesión social y legitimación, pues una de las razones de ser de la existencia del sistema de partido es el de dar cause a las urgencias de los actores sociales en pugna en la democracia (como institucionalizar el todo contra todos).
El “que se vayan todos” no fue, en el mayor de los casos, a las personas tal o cual, sino mas bien a la necesidad que el pueblo percibía de desplazar a la llamada “vieja política”; totalmente identificada, a un nivel simbólico, con el poder partidocrático.
Aquí las estructuras partidarias eran como el nicho de la corrupción, los negociados y las mafias. Tanto así es que, la identificación que se hizo de la política y los partidos, logro que un sector importante de la población dijese convencida que era a-políticas, cuando lo que se quería poner de relieve era, en realidad, un sentimiento de abierto rechazo a los partidarios.
He aquí la magia de Kirchner, el transversalismo, un movimiento, más no un partido. Provisto de identidad; no un aparato de poder vacía de definiciones, o con todas, que es lo mismo.
De ahí la fuerza con la que surgieron ciertos emergentes y/o actores sociales, incluido el expresidente Néstor Kirchner. El lograr salir de la lógica del ser y la nada que en ese momento representaban los partidos, y en este caso el peronismo, en cuanto PJ.
El peronismo que era todo, era por eso mismo nada; aquello que todo lo puede ser lo es por estar no adjetivado, indeterminado, diría Hegel (la IDEA o el ABSOLUTO es todo por que es nada). Proteccionista-integrista, aperturista, dialoguista, de izquierda, fascista y neoliberal (incluso colándose entre sus filas la oligarquía, sobre todo con Menem), todo y nada.
Lo que en su momento logro ser Kirchner fue un referente nacional, del pueblo y no de un partido; la construcción de su poder estuvo en lo mejor de la doctrina peronista de los 40, integrando grandes masas marginales al estado, democratizando espacios de diferente repercusión, al generar un marco que contenía, como hace mucho que no pasaba, a todo un pueblo.
Como Hobbes quien logro asociar pueblo-estado, aunque, este, disolvió al pueblo en el estado, Néstor había logrado que el pueblo se identifique con un proyecto nacional en el que la confianza difusa y especifica (en la instituciones sin hombre y en la persona misma) se logro por que el pueblo apoyo a una gestión, transversal, no ha un partido. Una gestión que asumió el compromiso de recuperar la identidad nacional.
Los sujetos integrados en el estado dejaron de verse a si mismos al frente de este para sentir que eran parte del mismo. La reconstrucción del sentimiento nacional, por un proyecto de país en una gestión que logro salir de la dialéctica de la confrontación del súbdito (utilizando esta figura como la dialéctica del amo y el esclavo, pero aquí el súbdito toma conciencia de su situación) fue la que logro pasar de una legitimación de, apenas, un veinte por ciento al ochenta de imagen positiva.
Es en esta lógica en la que encuentro a su vez la perdida de poder, en términos de legitimación política de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Por un lado los sectores mas reaccionarias del país –tanto políticos como económicos-, los que integran el llamado poder fáctico (o cuarto poder) hicieron, con apreciable habilidad, que ciertos símbolos, dotados de fuerza aglutinante positiva, fuesen vistos como sus banderas; por otro, el estado y el pueblo se disociaron, no era ya el estado el marco en el que se movían las satisfacciones de sus intereses y necesidad, si no que el estado fue reemplazado por la persona, y a esta se le adosaron los males del país, reales e imaginarios.
El campo con dios (mas de un cura les fue a dar misa), la bandera Argentina, peleando por un proyecto de país para todos (por que ellos eran los federales), hermanos de todos los trabajadores (hasta de sus hermanos gendarmes), en fin, el campo somos todos. Aunque racionalmente se diga que por la tecnologización actual no es significativo su peso social en la generación de empleo y vinculaciones; la soja era el campo, el campo el país, el campo somos todos.
Cristina, nótese que ya no se habla del Estado Argentino, era la que quería engordar su cuenta del banco, la culpable de la desocupación que queda en el país, de la inflación, de la corrupción histórica, autoritaria pero a merced de las ordenes de su marido (ahora devenido en presidente del PJ, lo que facilito la identificación en el imaginario popular con la “viejas formas de la política), despótica aunque sin DNU, hasta bipolar y ciclotímica; a NO y como se atreve a vestirse bien, quien se cree frente a tanto gaucho pobre.
Ahora es “Campo vs Gobierno”, elegí tu lado.
Esa creo que fue, en forma sucinta una de las razones -a mi entender la mas importante- de la caída de la legitimidad que había ostentado el kirchnerismo, mientras aun era movimiento, junto con una estrategia de comunicación impecable, que lograron aquellas identificaciones.

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